Sobre la desaparición de un museo. Entrevista a Oriol Vilanova a raíz de la presentación de la publicación «Goodbye»

En diciembre de 2012, Oriol Vilanova presentó en el FRAC Champagne-Ardenne de Reims la obra de teatro Goodbye. Una performance en la que se imagina la destrucción del museo del Louvre. Se representó en un escenario vacío. Tan sólo un foco iluminaba la escena y una niña se movía de un lado al otro, improvisando. Una voz en off reflexionaba sobre este acto iconoclasta. Pero Goodbye también es una publicación que va más allá del simple registro de la performance para convertirse en un libro de artista.

Sobre la desaparición de un museo. Entrevista a Oriol Vilanova a raíz de la presentación de la publicación «Goodbye»

vilanovaRosa Lleó: La idea del vacío, y sobretodo en relación al espacio expositivo ya había aparecido en anteriores obras tuyas como Ellos no pueden morir (2011), donde tres personajes: Walt Disney, Lenin y Salvador Dalí reflexionaban sobre la inmortalidad. O en Mirador, donde el espacio expositivo, en este caso una capilla, albergaba solamente una barandilla de hierro que dividía la sala. En Goodbye asistimos a uno de los actos de iconoclastia más difíciles de imaginar. ¿Cómo se relaciona este hecho con otras piezas tuyas completamente diferentes, en las que precisamente se da un exceso de información iconográfica?

Oriol Vilanova: Me gusta trabajar con opuestos llevados al extremo. En mi trabajo existe una vertiente iconográfica y su lado opuesto, desde una colección perpetua de postales de arcos de triunfo, cuya densidad de imágenes es extrema, hasta la desaparición total de parte de nuestro imaginario en el caso de Goodbye. Además, existe otro vacío que es el de no saber de dónde ni quién ha generado el desastre que sería la destrucción de tal museo. También me interesa la idea de patrimonio, cómo entendemos una forma del pasado que coexiste en el presente y cómo la obsesión por conservar y archivar no ha parado de crecer exponencialmente desde la segunda guerra mundial. En realidad, la conservación del patrimonio nace después de la Revolución Francesa, después de una serie de actos iconoclastas que pretendían eliminar todo lo que hiciera referencia a la monarquía y a la iglesia. Y al cabo de poco se crean las normativas para conservar los bienes comunes y con ello el Louvre.

RL: Me fascina la idea que apuntas en el texto de que todas las obras se hayan convertido en ruinas, en polvo, y que esto lleve a que “el mercado de las pulgas se convierta en el santuario” donde los copistas, los suvenires y las postales sean aquello realmente valioso, invirtiéndose los valores de lo original y la copia.

OV: El museo del Louvre también tiene una imagen desde la cultura popular, es mundialmente conocido como un símbolo de Francia. ¿Pero qué interés tiene que cada pieza sea realmente auténtica? Además todo lo que se expone se presenta como algo neutro cuando en realidad tiene una genealogía, una historia de pillaje a lo largo de los siglos, en la que los copistas y los falsificadores también han tenido su parte. Además, compro gran parte de mi trabajo en los mercadillos, así que para mi tienen mucho valor. En cierta forma, hago un pequeño homenaje a estos lugares.

RL: En Goodbye aparece otro tema recurrente en tu trabajo como es la historia de la arquitectura. El Louvre pasa a formar parte de todos aquellos monumentos, arcos de triunfo y pabellones fascistas de exposiciones universales que formaban parte de la iconografía de tus obras anteriores. En esta obra te deshaces de toda esa gigantesca construcción en piedra y la conviertes en polvo. ¿Cómo lo has representado formalmente, tanto en la performance como en el libro?

OV: Quería que fuera también una obra de teatro de alguna manera iconoclasta, por ello  separé el movimiento de la voz y de la luz. Trabajé aislando completamente diferentes elementos: el escenario quedaba vacío tan sólo con un foco, y la única persona sobre el escenario era una actriz, una niña de unos 11 años que representa la imagen de alguien sin recuerdos. Además nunca ensayé con ella, le mostré el escenario media hora antes. Ella se convierte en una especie de fantasma del museo.

La narración de la historia se realizó a través de una voz en off, un que interpela al público y que va cambiando, a veces es el propio museo, a veces es Hubert Robert, el primer conservador del Louvre, o incluso la niña.

En el formato de publicación encontramos el texto y una serie de imágenes que no son de la obra de teatro directamente sino que son como una mise en scène que realicé en un plató aparte. Son detalles de movimientos lentos, de posiciones que va teniendo el personaje de la niña, que viene a representar la imagen sin recuerdos, inocente.

RL: ¿A que se corresponde la imagen de la cubierta del libro?

OV: La cubierta es un fragmento de una pintura que Hubert Robert realizó del museo en ruinas. Robert fue un personaje de la Revolución Francesa, artista, que se escapó de la guillotina y luego acabó siendo conservador del Louvre. Mientras es director se dedica a pintar el museo en ruinas, un acto bastante herético visto desde una clave contemporánea, casi como de crítica institucional.

Quiero añadir que también en la performance regalaba al público postales de diferentes obras que hay en el Louvre, como contrapunto iconográfico y también para que los espectadores apreciaran el valor de esas reproducciones.

RL: La idea de regalo también es una de las características de tu proyecto editorial Editions for Friends

OV: En Editions for Friends me interesa la idea del regalo como un sistema de distribución diferente. No se pueden hojear en librerías especializadas ni comprar por internet, estas publicaciones normalmente te las encuentras en las casas de los amigos en común. Son autoeditadas, algunas continúan y otras ya se agotaron. Tienen formatos diferentes y tiradas irregulares, con pocas copias, pero no por una cuestión de exclusividad sino de medios. Hasta ahora, Editions for Friends consta de seis publicaciones diferentes: tres libros, un póster, unas postales y un carnet. Precisamente estas postales que repartí de obras del Louvre son el quinto número y los siguientes los podréis ver pronto.

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